viernes, 26 de febrero de 2010

PABLITO

Ayer se accidentó Pablito y no creo que él sepa o entienda jamás la impotencia que sentí al verlo así: tan niño, tan indefenso, tan vulnerable... cerré los ojos y caminé por ese pasillo con los ojos llenos de lágrimas... Me creo tan dueña del mundo y de mi misma, y de pronto hoy me siento tan egoísta, tan fría, tan insensible al dolor de los otros.

Dios me ha dado tanto y otros tienen tan poco que no puedo dejar de preguntarme ¿qué hago en mi casa durante las noches durmiendo tranquilamente, mientras ellos pasan tanto dolor en las calles? Yo creyéndome tan buena por pagarle las colegiaturas, por comprarle juguetes o dulces, por llevarlo al cine de vez en cuando... ¿buena? ahora solo sé que no puede ser buena quien le dice a un niño "no puedo verte hoy porque tengo mucho trabajo", o "perdón pero otra vez no alcanzo a llegar a tu partido de futbol", imagino la carita de desilusión que debió poner ese niño siempre enterregado, con su cabello despeinado cuando me escuchó decirle eso.

Hoy irónicamente, sí tuve tiempo para quedarme con él. Hoy que no puede verme, que no puede hablarme... ¿podrá perdonar a esta mujer que ha olvidado con el tiempo lo que se siente ser niño? ¿podrá despertar y volver a gritar en la ventana de mi casa? ¿podrá esto hacerme entender el verdadero sentido de la vida?

Necesito respirar y lo dejo solo por un momento, en la calle algunos duermen en las aceras, el frío te congela los pensamientos y el dolor puede sentirse hasta que casi te ahoga... me siento en el pavimento y ya no puedo dejar de llorar, la vida es una línea tan delgada que puede romperse tan fácilmente. Frente a mí se estaciona una camioneta y baja una pareja joven con un niño que aparenta la misma edad de Pablito, abren la cajuela y empiezan a repartir bolillos, pan dulce y café con leche... Ahí estaban ellos viendo por los otros, dejando la comodidad de su hogar para salir al frío de la madrugada, mostrando misericordia y amor por el prójimo, enseñando a su hijo con el ejemplo lo que es dar desinteresadamente... sentí lástima por mí y decidí hacer algo no solo por Pablito sino por algunos más.

Anoche se accidentó mi Pablito y yo aprendí mucho más de esa noche que de mil días. Supe que el dolor de los otros también debemos sentirlo nosotros para poder ayudarlos a superarlo, que la ignorancia y la necesidad no son justificación para que abandonemos o nos aprovechemos de quienes la padecen, que los niños nos necesitan mucho pero los adultos los necesitamos más a ellos, que no hay mejor ejemplo que el de un padre haciendo lo que se debe, que no se vale marcar la vida de otro por nuestras irresponsabilidades, aprendí que la buena voluntad y las sonrisas alivian más que el paracetamol y el tramadol... Aprendí que esa noche, esa pareja que se bajó de su camioneta, no solo nos regaló pan y café, ellos nos regalaron algo más: esperanza.


**Pido sus oraciones, en espera de que Pablito esté corriendo pronto otra vez**

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uffffff, y recontra ufff, contener las lagrimas cuesta al leerte, y me pone a pensar tantas cosas, pues lo que escribes duele y duele más porque no es nuestra naturaleza, esa es la naturaleza de Dios, que somos hermosa, parte de él o solamente sus criaturas.
Me encanto, es muy bello el sentimiento y lo que expresas como apendisaje gracias por compartirlo.

Uriel