lunes, 5 de noviembre de 2012

Una eternidad pausada [nuestra máquina del tiempo]

La eternidad también tiene pausas, por eso aquella noche no fue un sueño, fue más bien un milagro, un regalo del cielo. ¿Quién dice que no se puede regresar el tiempo?, después de ese día, ¿quién se atrevería a verme a los ojos y decirme que uno no puede abrazar las ausencias? Bajo la luz de la luna, después de tanta lejanía, no solo abracé su recuerdo, por imposible que parezca, bastó dar unos pasos para acercarme y envolverlo entre mis brazos, lo acaricié, lo besé y le susurré al oído que la vida sin él nunca sería la misma. Ambos sabíamos que el encanto de esa noche no duraría para siempre por eso nos aferramos a ese instante infinito, los dos sabíamos que para nosotros no habría final feliz, sencillamente porque lo nuestro no tendría final. 

Habíamos estado perdidos todo este tiempo en el laberinto oscuro de nuestras circunstancias personales y dormir juntos, soñando que la noche no se acabaría, fue un golpe de luz que va a iluminar todos los caminos que recorramos en ésta y mil vidas, estemos o no juntos. 

Sigue siendo el mismo cínico encantador de ojos de hechizo, solo que a diferencia de aquel tiempo, ahora sí lo sabía y no importaba porque ya no había caretas, ni falsas apariencias, ni mentiras que nos separaran, ahora como nunca estábamos él y yo, tomados de la mano caminando una calle que no nos pertenecía, hablando con el corazón desnudo, a sabiendas de que ya no teníamos más nada que perder, que importaba ya todo, si nos habíamos perdido uno al otro.

Ni amigos, ni amantes eso lo sabíamos y el amor al igual que el dolor de sabernos imposibles comenzó a calar profundo, y esa noche dolieron las canciones y nuestros nombres y nuestros días venideros de soledad, dolían los recuerdos que nos habían marcado el alma, y dolían especialmente esas dos palabras que después de esa noche no volveríamos a decirnos.

Ahí mismo, como una cruel premonición, el tiempo en su muñeca se rompió, los minutos se nos iban cayendo de a poquito, hasta que él ya no pudo hacer más que colocar en mi mano las horas rotas que como tatuaje, irán con nosotros haciéndonos saber que nuestro tiempo solo estará completo el día que la muerte nos lleve, jóvenes o no, para abrazarnos en esa eternidad que ya de por si nos pertenece y que por ahora solo está pausada.

A punto de verlo partir no quise decirle adiós porque quiero bailar con él todas las noches y hacerle el amor viéndolo a los ojos, decidí no llorarle porque a un corazón curioso no se le llora, a un corazón como el suyo se le honra con alcohol, así que cuando el recuerdo de aquella noche me aprisione el alma, voy a brindar con tequila, por el hombre que es de tantas, pero dentro de su alma es solo mío, brindaré porque los dos motores que impulsan su vida siempre estén bien y le recuerden lo que verdaderamente importa. 

Hay historias que no tienen final simplemente porque son tan grandes que no caben en contenedores ni en cajitas de tesoros, se desbordan porque la pasión es efervescente y el sentimiento constante. Hay eternidades que permanecen en pausa, hasta que uno se arma de valor para continuar.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Libia, me super emociono y me hizo recordar a un viejo y grandísimo amor.. Te confieso que al día de hoy ha sido la única persona en qué he pensado con firmeza en un matrimonio. Por circunstancias no se dio, pero aún tengo comunicación con ella, quedamos en buenos terminos, se ha vuelto mi gran amiga. No descarto que algún día renazca como el ave fénix ese inmenso amor que nos teníamos.
Gracias, por compartirnos un pedacito de tu vida.. Saludos!!

Any dijo...

In - cre - í - ble ... me gustó mucho... mucho... mucho...

Libia García dijo...

Roberto, pido porque ese amor renazca, como tú lo dices desde las cenizas, porque esos amores no pueden morir de olvido, merecen latir con pasión. Te abrazo desde mis letras.

Libia García dijo...

Any, de corazón, muchas gracias!