Hoy no quiero darle gracias a Dios por todas las cosas maravillosas que me ha dado, hoy quiero gritarle al cielo lo agradecida que estoy por no haber encontrado a mi alma gemela. No es lo que me diste, sino aquello que no me has dado por lo que hoy vengo a darte infinitamente las gracias.
Hay una teoría que hemos inventado los seres humanos que dice que en el mundo todos tenemos un alma gemela, alguien que ama lo mismo que tú amas, ese que tiene el mismo horizonte y que vive solo para hacerte feliz. Nos aferramos a pensar que es cierto y se nos va la vida buscando ese ángel que comulgue con nuestros sueños.
Bendito seas, Dios del cielo, porque a mí no me hiciste enamorarme de mi alma gemela, yo no encontré a mi paso ese hombre hecho a mi medida. Por el contrario lo que sí encontré fue un ser humano extraordinario que en nada se parece a mí, un amor al que admiro y con el cual no tengo coincidencias.
No encontré en él un amor sencillo: juntos somos complicados y eso es inevitable, no tenemos los mismos gustos, es más, todo lo que a mí no me gustará jamás, es lo que él más ama en la vida. No pensamos de la misma manera, somos contradictorios, no tomamos los mismos caminos, no soñamos con las mismas cosas, él con sus raíces, yo con mis alas, él con su voz, yo con mis letras, él... siempre él y nunca yo. No somos de ninguna manera almas gemelas y tengo que agradecerle a Dios por eso.
No encontré a ese que se pareciera a mí, pero en cambio encontré que el amor de mi vida es un hombre sencillo que amo por ser tan pero tan distinto a mi. Yo no creo en esa teoría de las alma gemelas, pero sí creo en él, en mí y en Dios.
Mi alma gemela es maravillosa porque en nada se parece a esta loca, compulsiva, celosa, arrebatada alma que soy yo!
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