A VECES QUISIERA [Y NO]

A veces quisiera poder vivir todo lo que escribo. Si así fuera habría volado muchas veces evitando pasar ese precipicio que se llama soledad, habría sido yo esa asesina que nunca tuvo final, habría conocido ese maravilloso lugar llamado Everside, sería una viajera frecuente de ese tren de la melancolía, en ocasiones habría sido hombre en vez de mujer, habría tomado un café con el mejor amigo de mi ex, habría podido arrancarme del corazón a ese que hace poco tanto amé...

De ser así sería todos mis personajes, esas letras que tienen rostro en mi cabeza, esas historias que nacen en la carretera, en los sueños, en las charlas... Si yo pudiera vivir todo lo que escribo seguro estaría un tanto más loca, con transtornos de personalidad y con una colección de adioses y bienvenidas que ya no cabrían ni en cien mil baúles, pero no es así, soy más bien lo que se dice una ladrona de historias, la vida me ha enseñado a robarme momentos, instántes mágicos que se esfuman como el viento entre los dedos. Veo por ejemplo, en la calle los ojos de alguien e imagino que el amor de su vida se ha marchado, paso de lado de dos que se abrazan y me imagino una bella historia interrumpida por los celos, por la desconfianza, escucho a alguien hablar de sus sueños y de pronto los míos se centran solo en una cosa: escribir y no dejar nunca de hacerlo.

No voy a decir que las historias no tienen algo de mí, porque mentiría... hay cosas en ellas que me pertenecen, pero no son lo que soy por completo. Sí soy por ejemplo, un imán de las complicaciones, sí sueño con trenes y niños, sí me apasiona el futuro, sí soy una mujer que llora, sí he sentido celos, sí he partido sin ganas de hacerlo, sí he amado, sí me han lastimado, pero ¿qué sería de mi vida si no hubiera pasado por todo eso? Tengo el alma de poeta y aún cuando quisiera dejar de escribir, siempre habría letras, frases, palabras que estarían ahí, que no me perdonarían tenerlas escondidas.

Solo a veces, después de que la inspiración baja de la cabeza al corazón y del corazón hacia mi mano, releyendo lo escrito puedo reconocer tras esas letras un rostro que me es familiar, una situación que sí viví, que sí me perteneció, como un torbellino saltan los nombres, las caricias, los besos, los recuerdos, todos esos que sí son míos. Sin embargo hay ocasiones en las que las historias dibujan momentos que nunca he visto, los personajes reaccionan de la manera en la que yo jamás lo haría, dejan ver imágenes sin ningún significado y aún así las vivo porque escribir es mi manera de vivir.

El papel, la pluma y mi inspiración me dan la bendita oportunidad de vivir mil vidas, que no son mías pero por un momento lo son, y así podrá ir y venir el amor -en mi mundo real- pero yo controlo quien llega y quien se va -en mi mundo de letras- y es la mejor manera que pude encontrar para llegar al corazón de otros y ser la voz de lo que ellos también quieren contar. 

Ahora mismo me han dado unas infinitas ganas de inventarme un día de lluvia, en el que él llega -viajero incansable- y sin decirle nada la besa, la mira con esos ojos que solo él tiene. Ella -valiente soñadora- se aferra a no dejarlo ir, a no dejar que se vuelva a marchar [...] Pero ese cuento jamás lo escribiría, porque seré ladrona de historias, pero nunca he escrito mentiras... A veces quisiera poder vivir todo lo que escribo, por eso... esa historia... no la escribiría jamás.