Voy a rendirme y eso no me hace menos fuerte, voy a confesar lo que he venido callando. Ya no voy a mentir, voy a liberar mi alma de tormentos, de hipocresías, voy a liberar mi alma de ti.
Confieso que me duelen las calles que recorrí contigo, cada esquina que caminé de tu mano, cada lugar que hicimos nuestro. Me duele tu nombre y tu vida, tu futuro y tus alegrías. Me duelen los lunes y los martes y cada día de la semana porque ya no estás, porque ya no estarás conmigo, me duelen las letras que ya no te escribo. Me dueles tú, pero sobre todo me duelen tus ojos de mentira.
He de confesar también que nunca he odiado a nadie, pero lo que siento al pensar en ti es lo más cercano a esa palabra. Odio lo que hiciste, y Dios es testigo que he rogado al cielo no sentir esto por ti, pero es en vano, tendría que tenerte frente a mi para vomitarte todas estas palabras no dichas que me están consumiendo de a poquito, pero no voy a buscarte porque aunque deseo con todo mi corazón abofetearte el alma, también se que si te veo voy a besarte con todas las fuerzas que tengo, para vengarme de ti, de una vez por todas.
Ya estoy cansada de vivir con esta careta que tiene pintada una sonrisa, ya no puedo contestar que estoy bien cuando yo sé que no es así, porque mi mundo se derrumbó, tú lo pisoteaste, lo humillaste.
Escúchame bien porque es lo último que oirás de mi: Voy a rendirme y ni así vas a poder ganarme!
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