lunes, 21 de mayo de 2012

El niño que se convirtió en el hombre de mi vida

Intenté ponerles nombres ficticios a los personajes de esta historia pero luego me rehusé a hacerlo. Tengo el derecho  porque no solo soy yo la que la escribirá, sino que soy también la que la ha vivido todos estos años. Así que por esta ocasión me perdonarán mis lectores pero voy a narrar una historia que me pertenece completa y que comenzó cuando  era una niña que estaba por terminar la secundaria, aquella con el cabello corto y la misma sonrisa de aquí no pasa nada que conservo aún. Tenía la mirada confiada y mis manos desde entonces eran frías. El destino quiso que la historia de mi amor fuera mucho mejor que cualquiera de esas historias que escribo aquí mismo, ninguna de ellas podría igualar lo que he vivido por tantos años. Parece como si Dios me retara, como si me dijera "A ver Libia, crees que tus relatos son buenos, espera a que vivas el que estoy escribiendo para ti".
Lo conocí una tarde de fin de semana, en un lugar de retiro, allá lejos de todo y de todos. Sus ojos llenos de lágrimas se toparon con los míos que también lloraban. Éramos dos niños que intentaban entender el mundo, que querían solucionar problemas que estaban fuera de su alcance, éramos dos almas solitarias que desde el primer momento se llamaron. Fuimos como dos imanes que una vez juntos no pudieron separarse.

Una carta lo inició todo. Sus pasos se acercaron hacia mi, él estiró su mano y yo tomé esa hoja de cuaderno doblada. La quise guardar entre mis piernas. Mis mejillas se pusieron rojas porque todas a mi alrededor me observaban, a los 14 años uno suele ser muy competitiva cuando de varones se trata, y la situación se vuelve aún peor cuando en nuestra escuela no estábamos acostumbradas a ver niños, así que ellas seguro pensaban en qué podía tener yo, con mis dientes chuecos y mis piernas flacas como para que él se fijara en mi. Y tenían razón, él me vio brillar cuando yo no tenía luz, se enamoró de mi cuando yo no sabía que quería hacer con mi vida, me observó con sus ojos cálidos, me vio despintada y despeinada y aún así, en las líneas de esa carta escribía que yo le parecía linda.


El cielo nos regaló 3 días que marcarían el resto de mi vida. No hubo entre nosotros nada más que la convivencia de dos que se intuyen permanentes, pero que no saben que pasará con el futuro. Nos regalamos un abrazo al partir y con eso tuvimos para anclarnos por muchos años a ese momento que inexplicablemente lo iluminaba todo.

Despedirme de él aquella tarde de domingo en San Miguel de Allende fue el primer dolor de mi corazón, llegué a casa más sola de lo que me fui. En ese retiro exorcicé muchos fantasmas que me atormentaban, perdoné a quienes sin saberlo me habían lastimado, me acerqué a Dios pero esa noche, ya en mi cama me dormí triste porque había conocido a alguien especial y sentía que no lo vería más. Viendo al cielo lo extrañé como nunca había extrañado a nadie. 


No fue la única noche que me hizo falta, pero encontramos la manera de seguir unidos, las letras fueron la fuerza que nos mantuvo como imanes uno al lado del otro. Los tiempos eran distintos y había que esperar a depositar la carta en el correo postal, que viajara hasta su destino y una vez en las manos del otro, al abrirla, esperar que volaran las letras como mariposas. Una carta en particular recuerdo en la que me escribió que si me sentía sola, levantara la vista hacia el cielo y esas estrellas iban a recordarme que él estaría siempre conmigo. Así lo hice noche tras noche y las estrellas de pronto se convirtieron en mis cómplices y compañeras. 

La vida pasó, los años transcurrieron y nos volvimos otros, ya no éramos niños que jugaban a quererse a la distancia, ahora éramos adultos que tomaban decisiones con sus vidas. Ambos encontramos el camino que nos llevó más cerca de lo que queríamos ser, atrás habían quedado los miedos al futuro, la incertidumbre de no saber que profesión elegir y poco a poco, se alejaron las dudas pero con ellas también se fueron nuestras letras, ya no hubo más cartas y es curioso, pero aunque pasé algún tiempo sin saber de él, nunca lo sentí lejano, estuvo ahí aún cuando ni yo misma lo veía.

Ambos vivimos nuestras vidas, amamos, nos amaron, nos caímos y nos levantamos, pero a menudo recordaba aquellas cartas, aquellos que fuimos, recordaba lo que significó tener el refugio de sus letras y sus palabras siempre diciendo que todo estaría bien, y en verdad sentía que tenía una deuda conmigo misma, me había prometido que iba a volver a verlo, era una corazonada pero sabía muy dentro de mi, que había llegado para quedarse.

Después de algunos años fue él quien me encontró y regresamos a escribirnos, ahora largos correos electrónicos que aunque tenían la ventaja de la celeridad, jamás suplieron esas hojas de papel escritas por su puño y letra. Nuestras reflexiones eran ahora más maduras, con otras inquietudes, con otras vivencias, pero con el mismo amor de siempre. Paradójicamente ahora estábamos en continentes distintos, más lejos que antes pero nunca me sentí más cerquita de él.

Queríamos vernos, planeábamos vernos, pero aún había que aprender lecciones antes de volvernos a ver. Se lo dije en un correo creo que nuestro reencuentro espera el momento para ser perfecto. Ambos teníamos cosas pendientes, y eso no impidió que las letras nos abrazaran. Nadie nunca entendió como él mi pasión por escribir, me respondía con cartas maravillosas que parecían sacadas de una novela de mi Benedetti, él y solo él me acompañó en cada momento de mi vida, estuvo ahí cuando más me hizo falta. Pero tenía miedo, verlo era como echar una moneda al aire, deseaba con todo mi corazón ver a los ojos a quien por 13 años solo conocí a través de sus letras, 156 meses de ausencia física, no habían podido hacerme olvidar lo que provocó en mi aquel niño que estiró su mano para darme una cartita.

Comenzamos a hablarnos y por fin elegimos noviembre para volvernos a ver. Tomé un avión que me llevó hasta donde estaba, pero no lo abordé sola, con mi equipaje iban también mis temores de lo que encontraría al llegar y de que no fuera él o yo lo que esperábamos. Al caminar por el pasillo del avión buscando mi lugar, sentí como iba cambiando de a poquito, con cada recuerdo que venía a mi mente retrocedía un año en el tiempo. Después de todo, solo habíamos estado 3 días juntos y 13 años separados por una distancia que dolía, pero no podía estar equivocada, esas cartas interminables, esas llamadas, hacían que toda esta espera tuviera sentido. La sobrecargo anunció lo que la vegetación ya me había hecho notar, que habíamos llegado a nuestro destino y nadie mejor que yo lo sabía. 

Me levanté sintiéndome más ligera, como si volviera a tener 14, mis manos estaban más frías que de costumbre. Caminé despacio hacia la salida del aeropuerto, no sabía si en verdad hacía tanto calor o si eran mis nervios por volverlo a ver. Lo distinguí a través del cristal, su sonrisa era la misma y sus ojos que también sonreían me dieron la bienvenida.

Como podría explicarles que no era la mujer de los discursos, ni de los argumentos, ni la de los veintitantos la que caminó hacia él, era la niña de los sueños y las estrellas la que lo abrazó con todas sus fuerzas. 


Él tranquilizó mis huracanes, su amor fue tan grande que me hizo ver la vida de una forma distinta, me llenó de luz, de paz y mis fantasmas por fin se fueron lejos.


Esto es amar y solo ahora lo sé. Él siempre estuvo y yo con él. No imagino pasar mi vida con nadie más, el tenerlo es como si todo el universo sonriera al mismo tiempo para mi y sí, Saramago tenía razón siempre acabamos llegando a donde nos esperan...


[Normalmente elijo para mis historias una hermosa foto que refleje lo que he decidido contarles, pero hoy, mis queridos lectores la foto que sirve de colofón a esta historia es la imagen del futuro papá de Mateo y Sofía, el niño que se convirtió en el hombre de mi vida]



9 comentarios:

Anónimo dijo...

Es hermoso ver como solo el tiempo sana un corazón, aún recuerdo como a la distancia observé una historia que ahora entiendo no era la que debías tener. No sabe lo que perdió quien te perdió Libia y me da gusto leer estas letras que espero sean el comienzo de esa historia que se quede para siempre.

Anónimo dijo...

Solo quiero decirle que mi corazón siempre estará con usted porque lo que aquí escribe, me recuerda tanto que los verdaderos amores cuando son reales, duran para siempre.
Con cariño
Alberto

Libia García dijo...

Muchas gracias a ambos por sus hermosos comentarios. Soy feliz escribiendo a veces son historias que observo, otras veces historias prestadas, pero hoy me siento plena de escribir mi propia historia.
Les envío desde la lectura de mis letras un abrazo con mucho cariño.

Anónimo dijo...

???????????

Anónimo dijo...

Wow q linda historia pero mas lindo saber q es real muchas felicidades x ser la protagonista y q vengan mas historias como estas :-) saludos atte libia flor

Anónimo dijo...

Hola libia te felicito por tan extraordinaria forma de relatar tu historia me imagine todo mientras lo leía, saludos.

Anónimo dijo...

Destinados estan los corazones porque se pertenecen ..no exist la coincidencia ...poko entendible para la razon...sin duda nunka menosprecies el poder del corazon....felicidades libia atte pamela p.d vivelo asi intenso siempre
Ä

Anónimo dijo...

"Las poderosas aguas no podrán aupar el amor, ni los ríos sofocarle"
(cantar de cantares 8:7)

Anónimo dijo...

que lindo fue, me alegra saber que si estan juntos y que son felises