domingo, 24 de octubre de 2010

La tienda de sombras

Solo pienso en caminar. Caminar hasta que haya olvidado todo. ¡Vaya ironía! quién lo iba a decir, yo convertido en una piltrafa de decepciones. El cielo se parecía cada vez más a mí: oscuro, enrarecido, sin vida, melancólico. Llovía como nunca y yo me sentía como siempre. No tomé el metro, quería caminar, necesitaba caminar, pasar un rato a solas con este tipo en el que me convertí sin saberlo, sin quererlo. No intenté siquiera esquivar las gotas que caían sobre mí con fuerza y sin piedad. A quién quiero engañar todavía la extraño.


Soy un estúpido y ser consciente de ello me hace parecer más estúpido aún. La del saco amarillo que pasa a mi lado se parece a ella, giro desesperado para encontrarme con su mirada pero no, no es ella. Ninguna otra es ella. Acelero el paso y levanto la cara. Estoy empapado y ni el agua me ayuda a clarificar mis ideas. ¿Cuándo fue que me convertí en este hombre frío, insensible y solitario? ¿Qué hice con todo aquello que me rodeaba? o mejor aún ¿dónde quedaron todos aquellos que me rodeaban? ¿mi esposa, mis hijos, mis viejos, mis amigos?


Me descubrí el rostro que se tapaba con mis cabellos escurridos. La ciudad estaba paralizada, el tráfico detenido, los semáforos ni siquiera funcionaban, las aceras inundadas y hasta el agua brotaba de las coladeras. No me atrevo a decirlo pero creo que las últimas gotas no venían de la furia de Dios, sino de la nostalgia de mis ojos. 


Todo ha sido mi culpa, mi inseguridad, mis errores, mis frustraciones, mi orgullo ciego, mis celos enfermizos, mis engaños, mis aires de grandeza. Las peores pesadillas de mi vida se han hecho realidad. Ni mi ascenso en la empresa, ni los cumpleaños de los peques, ni mi coche nuevo, pueden quitarme el dolor de saber que fue mía y ahora no lo es, y lo que es peor, va a ser de otro y yo contemplaré desde afuera, por los vidrios de la ventana una vida que era mía, los veré sentados a la mesa, a mi mujer y a mis hijos, y a ese extraño viviendo mi vida, despertándose cada mañana junto a ella, besándola, haciéndole el amor, fumándose un cigarrillo al caer la noche. 


No, no puedo siquiera imaginarlo. Sacudí mi cabeza para arrojar fuera esos pensamientos, levanté otra vez la mirada y fue ahí que me di cuenta lo que tenía frente a mi. "Tienda de sombras" se leía en un enorme letrero luminoso colocado en un localito pequeño sobre Prince Square. Me fui de largo y pasé la tienda, pero a unos pasos, cuando estaba a punto de doblar la esquina, la curiosidad me ganó la partida y di la vuelta para volver a ese lugar.


Empujé la puerta y una ridícula campana sonó sobre mi cabeza.


-"Lo puedo ayudar en algo" se escuchó una voz femenina que salió de atrás del mostrador.


-"No, en realidad no" murmuré en voz baja y retrocedí para salir de la tienda.


-"Espere no se vaya, lo estaba esperando"


-"¿A mi?"


-"Sí señor, a Usted" dijo decidida la mujer robusta de ojos claros y cabellos rizados.


-"¡Por favor señora, si Usted no me conoce!, ¿cómo habría de estarme esperando?"


-"Tiene razón, no lo conozco, lo reconozco"


Ella se dio cuenta de la duda que me asaltaba, porque observaba fijamente mi rostro.


-"No se extrañe, déjeme explicarle. ¿Vio el letrero que se encuentra a las afueras de mi local verdad?"


-"Sí, fue por eso que entré" le dije ya un poco molesto.


-"Bueno, ¿gusta Usted un cafecito o un tecito? Los tengo de frambuesa con kiwi, de manzanilla, de yerbabuena y de manzana"


-"No, muchas gracias, así estoy bien"


-"Mmm, yo creo que sí quiere, le voy a servir un tecito de manzanilla, está Usted todo mojado y creo que charlaremos un buen rato, así que acerque aquella silla y póngase cómodo mi buen amigo"


-"Está equivocada, no puedo demorarme mucho, tengo que llegar a casa" le dije mientras me dirigía definitivamente a la puerta color mostaza con su ridícula campanita.


-"¿Y para qué quiere ir a casa? Usted y yo sabemos que ahí nadie lo espera. ¿Quiere su té con azúcar o prefiere que se lo endulce con miel?


La piel se me erizó cuando escuché la seguridad con la que esa desconocida de la tienda me hablaba de mi soledad, ¿cómo sabía ella que nadie esperaba por mi llegada?


Me dejé caer derrotado en la silla, ya no me importó sentirme vulnerable, ¡carajo, si así es como me siento! Regresó con una taza en las manos y me la acercó a una mesita de madera que estaba a un lado del mostrador, me dirigió una mirada más dulce que el mismo té al que acababa de darle un sorbo, ella suspiró y me dijo:


- "No es fácil, lo sé, pero en verdad quiero ayudarte. Tu caso es único, no había jamás visto algo así pero estoy convencida de que el creador te ha mandado a mi encuentro, así que ¿por qué no me ves como una amiga?"


- "No sé ni porque sigo aquí, charlando con una desconocida que además de todo parece estar más demente que yo" dije sin poder mirarla a los ojos.


- "Tú eres de los que necesitan ver para creer y eso lo respeto. Hay quienes tenemos la capacidad de ver más allá, de cerrar los ojos y seguir observando"


- "Y sí como dices tu objetivo es ayudarme, que no veo cómo habrás de hacerlo, porque no empiezas por decirme que vendes en esta tienda. ¿Sombras? ¿Acaso crees que soy tonto? ¿Lavas dinero y esto es solo una pantalla para tu verdadero negocio? Mira, tal vez tengas razón y estoy completamente ciego, pero no veo que tengas nada en los mostradores, están vacíos, por el amor de Dios, cómo vas a ayudarme"


- "Abre tu corazón para poder entender lo que voy a decirte, ¿ves lo que hay detrás de mi?


- "Tampoco soy tan ciego, veo claramente tu sombra reflejada en la pared. ¿Y eso qué? Todos tenemos sombras"


- "No, no todos. Ahora observa detrás de ti"


Sentí como el corazón comenzó a latir más de prisa cuando al darme vuelta, no había sombra que me acechara. Me moví a mil lugares dentro de la tienda y en ninguno de ellos se proyectó mi otro yo.


- "¿No tengo sombra? pregunté titubeante y ella movió negativamente la cabeza, con un gesto de verdadera preocupación.


- "Es eso lo que he estado tratando de decirte. Tú en realidad sí tienes sombra, todos deberíamos tenerla, pero la tuya ha renunciado a seguir acompañándote, parece que tu sombra, a diferencia de ti, ha decidido irse tras lo que ama"


- "Estás loca y no voy a seguir escuchándote, las sombras tienen que ver con luces y algún truco debes tener para que la mía no se refleje, así que vete al carajo"


Salí de la tienda azotando la puerta, lleno de cólera, enojado conmigo, con el mundo, con los demás. La estúpida campanita había sonado una vez más. Había dejado de llover, pero era una noche fría, caminé y mi piel se erizó cuando descubrí las sombras de otros, de todos reflejadas en las aceras. La mía no estaba.


Regresé casi corriendo, tragándome mis palabras y entré de nueva cuenta en la tienda de sombras. Ella seguía ahí, esperando por mi, con una mirada bondadosa.


- "Ahora sí, ¿vas a dejar que te ayude?"


Me solté a llorar, como hace mucho no lloraba, desolado, abrumado por tanta soledad. Ella tomo mis manos entre las suyas y me abrazó, transmitiéndome una paz inexplicable.


- "Por favor haz algo por mí, dime que debo hacer, siento que floto en el infinito, quiero morirme, no tengo nada que me haga querer estar aquí"


- "Yo sé dónde está tu sombra y mientras no la recuperes vas a seguir sintiéndote así. Voy a contarte algo que pasó hace unas semanas. Sofía, estuvo aquí, llegó igual que tú creyendo que había dado con esta tienda por casualidad, pero tú y yo sabemos que no es así, llegó porque así estaba escrito que pasaría. En cuanto entró noté que su caso era muy especial. No tenía una, sino dos sombras que iban detrás de ella. Al principio no se lo dije, pero comencé a hacerle preguntas y poco a poco me contó que acababa de terminar un matrimonio de 10 años, pero que curiosamente no se sentía sola, por el contrario era como si él siguiera a su lado, de alguna extraña manera. No voy contártelo todo, tú sabes bien qué fue lo que pasó entre ustedes, ella estaba herida, pero no guardaba rencores, por eso pudo entender lo que pasaba. Le expliqué lo de la duplicidad de sus sombras y fue así que todo cobro sentido para ella".


- "¿Mi sombra se fue con ella? le cuestioné.


- "Las sombras son lo mejor o lo peor de nosotros y ambas cosas nos hacen ser lo que somos. Si estamos muy cerca de lo que pasa no apreciamos el valor que tienen las cosas, las personas, las relaciones; y si estamos muy lejos de las situaciones, perdemos perspectiva. Debemos encontrar ese punto, en el tiempo y el espacio que ponga todo en su justa dimensión. Tú encontraste ese momento y por eso estás aquí"


- "¿Y eso significa que ella debe regresarme mi sombra, para poder estar en paz, va a devolverme esa parte de mi que se fue con ella?


- "No es ella la que debe regresarte tu sombra, ella no se la llevo ¿recuerdas?, fue tu sombra la que decidió marcharse con ella, así que dentro de ti esta la respuesta, ¿qué tienes pendiente con ella?, ¿hay algo que debas hacer para reconciliarte contigo mismo? No se trata de tu relación con ella, se trata de tu relación contigo".


Sus palabras retumbaron en mi cabeza... y en mi corazón. Sabía bien lo que debía hacer. Levanté la vista y besé su mejilla en señal de agradecimiento. Salí de la tienda corriendo. Observé mi reloj y faltaban quince minutos para la media noche. Tomé un taxi que me llevó a la puerta de su casa, de la casa que había sido nuestra. Toqué la puerta con fuerza, y después de unos minutos ella estaba frente a mi tan hermosa o quizá más que siempre. Abrió sus ojos sorprendida de verme ahí. Pronunció mi nombre y yo la hice callar, no sin antes darme cuenta que no estábamos solos, detrás de ella me observaba su sombra... y la mía también.


Le explique lo mal que me sentía por haberlos hecho sufrir, a ella y a los niños. Le pedí por sobre todas las cosas que me perdonara, que siguiera con su vida si eso la hacía feliz, pero que me perdonara porque ya no podía pasar un solo día viviendo de la forma en la que lo había hecho. Le dije que era lo mejor que me había pasado y que el peor de mis castigos sería ya no tenerla más, imaginarla lejos, amando a otro, pero que lo podía soportar si ella era feliz.


Las lágrimas también se resbalaban por sus mejillas mientras me escuchaba, se quedó en silencio unos momentos y después me abrazó.


No se cuánto tiempo pasó, pero no éramos nosotros los que se abrazaban en la acera, eran ese muchacho de sweater azul y esa colegiala de medias blancas los que algún día se amaron, eran ellos los que se abrazaban con fuerza, aferrándose a ese momento que ponía todo en su justa dimensión. Yo en verdad quería envejecer con ella pero cometí errores que me alejaron para siempre de su vida. No era momento de reproches, ella también lo entendió y antes de soltarme de sus brazos, susurró en mi oído lo que jamás podría olvidar.


- "Perdonar no es olvidar, perdonar es comprender. Yo he tratado de comprender que fue lo que te hizo abandonar a tu familia y tener una aventura, y aunque no encontré respuestas, tampoco tengo más preguntas. Te perdono porque te amé mucho y ya no te amo más. La sombra de lo que fuimos juntos no será más y eso es bueno para los dos, te perdono de corazón porque fuiste parte de mi vida y no puedo odiar lo que fue mi vida, pero esta es la última vez que quiero verte".


Ella se fue a su vida y yo regresé a la mía. Esa misma noche volví a Prince Square, a la tienda de sombras con su dama misteriosa y su letrero luminoso. Llegué y me paré justo frente a un lote valdío. La tienda no estaba, quizá nunca estuvo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Voltee a todos lados y no había duda, ese había sido el lugar donde antes había estado, era ahí donde hace unas horas había conversado con la dueña de la tienda de sombras. Observé el montón de escombros que estaban frente a mi y cuando estaba por convencerme de que todo había sido un sueño, mi sombra apareció y puso su mano obscura sobre mi hombro.  Esa noche dormí, por fin dormí después tantos insomnios, después de tantas noches sin sombra.

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