jueves, 18 de enero de 2007

Éramos uno solo y ahora duele volver a ser dos


Soy una tonta ¿verdad?, nunca supe leer entre líneas lo que tratabas de decirme, todo eso de que me amabas pero que sería mejor darnos un tiempo, que necesitabas recuperar tu espacio, todo, todo eso era una farsa, ¿querías tiempo y espacio?, claro tiempo para dedicarlo a otra y espacio para que yo no lo supiera ¿es eso verdad?, todo me quedó muy claro esa noche.

Después de echarme un clavado en los recuerdos, creí que luchar por lo que quería, era lo mejor y es que me di cuenta que no imaginaba más mi vida sin ti, así que salí a buscarte; no sería complicado ya que me sabía de memoria los lugares que solías frecuentar, recuerdo como el aire golpeaba mis mejillas y por el efecto del frío mi nariz se puso roja como siempre, me detuve frente al café de Don Juan, y contemple desde afuera la mesa en la que siempre nos sentábamos tú y yo, esa que estaba hasta el fondo, tú decías que ahí las luces eran más tenues y que era divertido ver como pasaba la gente, ¿te acuerdas como nos reíamos adivinando si el siguiente en entrar sería hombre o mujer?, siempre ganabas y a mi no me quedaba más que pagarte el café de ese día, tu americano y mi capuchino. Era nuestro juego, y la pasábamos bien así, simplemente juntos. No se si mi piel se eriza por el frío que hace afuera o por recordar que siempre antes de irnos de aquí, decías que ibas al baño, y en realidad lo que hacías era pedirle a Pedro, el mesero que siempre nos atendió, que me llevara la rosa que habías hecho con la servilleta, no fallaste con eso ninguna noche.

Hoy, a diferencia de esos días la mesa tiene solo un ocupante: una chica joven, de cabellos rubios y rizados, que quizá no esté sola ya que puedo ver desde aquí dos tasas de café americano en la mesa, una es suya, no hay duda, ¿pero la otra?, de pronto entendí todo, sentí como si el cielo se me cayera encima cuando contemplé desde el cristal que Pedro se acercaba a la chica con una flor de papel, quién la recibió con la espontaneidad que da la sorpresa.

¡No, por favor Dios mío que no sea lo que estoy imaginando!, cerré con fuerza mis ojos y cuando los abrí estabas parado justo frente a mí, con ese abrigo negro y con ella colgada a tu cuello agradeciendo lo que ahora me parecía un estúpido detalle.

Si, ahora lo entiendo, pero no puedo aceptar que eres de alguien más, como antes de mis besos, de mis abrazos. Ahora estás enamorado de alguien que no soy yo. Cómo me atormenta pensar que es a ella a quién hablas las palabras tan bellas que ayer me decías a mi.

Si encontraste la forma de mandar al olvido nuestro amor, dime por favor cómo lo hiciste, que ya no soporto más este dolor de verte y no tenerte. ¿Cómo hiciste para mandar al diablo tantas promesas, tantas ilusiones, tantos proyectos?

¿Tiempo, espacio?, como odio hoy esas palabras, de verdad que aún no puedo creer cómo pudiste olvidar estos cuatro años juntos, no comprendo como fue que saliste del café abrazándola y disfrutando la escena de verme acabada, triste, sola y con las lágrimas congeladas en el rostro.

Esa noche me enseñó muchas cosas. Me mostró que tú no eras para mí y que eso no tiene remedio, me enseñó que la vida sigue a pesar de todo y que las promesas son mucho más frágiles que una rosa de papel… me enseñó tanto y sin embargo ni esa noche pudo enseñarme cómo olvidarme de ti… pero aprenderé, de eso estoy segura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me es un tanto difícil poder imaginar una situación parecida y, a la vez, entenderla. Recreas bien la escena y realmente ha de ser muy desagradable vivir eso.