lunes, 7 de septiembre de 2009

CLAROSCURO DE UNA NOCHE DE REVELACIONES

Tengo que pedirte perdón, porque una noche le grité al cielo, supliqué que alguien allá arriba me escuchara, pedí que sintieras ésta misma soledad que me mataba. Deseé con todas las fuerzas de mi alma que te carcomiera el recuerdo, que no volvieras a ver la luz, quise que sintieras mucho frío, que buscaras sin cesar el camino a casa y que no pudieras encontrarlo. Quería que te sintieras perdido, que extrañaras la brújula que yo llevaba conmigo y así un día te convencieras a tí mismo de que no podías seguir sin mí. Intenté odiarte por no amarme, y me repetí una y mil veces que no iba a perdonarte que estuvieras con alguien más. Pedí que las lágrimas despintaran tus ojos, para que nadie más pudiera verlos, quería que no fueras nada, que desaparecieras, que te volvieras invisible. Quería matarme o morir contigo, que era casi igual que intentar odiarte. En verdad quise que la vida te golpeara para que te dieran ganas de abrazarme, que te dolieran las caídas, que te llenaras de dudas, que no pudieras levantarte, que el tiempo te jugara en contra, que octubre en verdad te hiriera, que tuvieras que darme tu mano. Desesperada le pedí a Dios que ella no fuera perfecta, que no pudiera escribirte, que no deseara tocarte, que no quisiera amarte. El cielo sabe que desde mi infinita soledad clamé que en verdad sintieras mucho frío, para que quisieras regresar a casa; que te bombardearan los momentos, que el ayer se te clavara como una daga en el pecho, que noviembre te encontrara triunfante pero vacío. Que fuera muy tarde cuando el arrepentimiento tocara tu puerta, que te castigaran por llevarla a ella a los mismos sitios, que no hubiera luna para que tus noches fueran tan obscuras que no pudieras ver a la que está a la izquierda de tu cama. Quise que me respiraras eternamente, que un solo pensamiento atravezara tu mente, que dejaras de soñar, que te faltaran las fuerzas, que te sintieras triste, melancólico, que recordaras quién fuiste, quién no volverás a ser. Sólo yo sé cuánto quise odiarte por irte, por no luchar, por hacerme sentir así, pero no pude... Dios sabe que lo intenté pero no pude y tuve que empezar a olvidarte y suplicar todas las noches que tengas mucho mucho frío y muy dentro de tu alma, aunque estés con ella, quieras regresar a casa... y por mi bien, no encuentres nunca, nunca, el camino de regreso.

1 comentario:

Crystalline dijo...

Sin duda y a pesar de no conocer los detalles de esta historia, al leer es posible casi tocar el dolor que sientes...
Es terrible y comprendo muy bien el dolor de perder a quien amas, y de querer que esa persona experimente por un solo momento la soledad y la angustia que uno siente... es muy triste y en verdad es algo que solo se puede entender al haberlo vivido...
Te envío mucha fuerza, sé que la tienes y podras olvidar y volver a ser feliz...
Saludos